viernes, 16 de septiembre de 2011

De música y memoria

        Oyes una música que te recuerda a la muerte, una fractura en el aire, un zumbido indeleble. Te quedas quieto, no vaya a ser que al traer a tu cabeza estos pensamientos funerarios algo suceda, no vaya a ser que recordar sea resucitar el pasado, no sea que la memoria reviva la muerte. Mueves la cabeza en señal de desaprobación, qué ideas las tuyas, mejor levantarse, ya es tarde. En la ducha el ruido del agua que cae es lo más parecido al silencio, es lo más parecido a no escuchar eso que ya no quieres seguir escuchando. Pero está en tu cabeza, durante el desayuno, en tu cabeza, durante el metro, en tu cabeza, durante el ascensor, en algún rincon de tu cabeza esa música que te trae tierra a las manos. Entras a la oficina, te sientas en aquel pedazo de universo que te has ganado con años de esfuerzo, con años de tiempo. Y la música vuelve a ratos, sube y baja el volumen, luego alguien dice algo, respondes, la música que siempre vuelve, despacio vuelve. Luego (o antes, eso tú lo sabes) un golpe, sangre y tierra en las manos, sonríes y miras hacia tu superior inmediato, alguien que te habla, el asiento vacío de tu superior y tú tarareando una música que te recuerda a la muerte.

San Antonio, septiembre 2011

1 comentario:

  1. Disfrutaría con tus escritos en la terraza, en el diván, en la escalera, rayando -por costumbre- las esquinas de tus libros con "Ornitorrinco" "Siberia" "Paralelepípedo" o cualquier otra palabra que se desprenda de mi lengua al leerte, como ahora que no dejo de imaginar cangrejosazules... Debo decir que la moneda de mi atención vale bastante poco (una despistada lo sabrá siempre) y sin embargo obtuve a cambio 84 escritos y unos minutos deliciosos...
    Gracias, hasta pronto y oh. y hasta pronto.

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