jueves, 21 de junio de 2012

Mirabilia


M se sueña recostado en la arena de Kelebekler Vadisi. Basta eso para hablar de un sueño, no hace falta más que nombrar aquel lugar, ajeno, completamente otro. Idilio con costa y espuma. Se levanta y se dirige hacia el mar, no sabe nadar, pero qué va es un sueño. La arena es pálida, blanda y tibia, como debe ser la arena en los sueños. Se sumerge de un solo golpe, y se recuesta en el fondo marino. Arriba, logra ver como volotean las mariposas del lugar (célebres mariposas, por cierto). El sol agranda las sombras que sobrevuelan las olas. M esta cubierto por agua, y por sombras de alas que se mueven como peces oscuros en la húmeda profundidad de la bahía. Fija los ojos en ellas, y ve como comienzan a dar vueltas como un cardumen alado, con los rayos del sol como quemándoles sus atigradas alas, mirabilia desde el fondo marino. En ese preciso instante una corriente de aire las transfigura en hojas secas (hasta los sueños tienen sus clisés secretos). Caen en la superficie del agua y forman una palabra que desde lo profundo M lee a la perfección.

M despierta. Recuerda claramente la palabra, y piensa si reproducirla o no. Es un dilema que tendrá que resolver en algún momento del día. Mas ahora vuelve a su vida, se levanta, y de entre las sábanas caen algunas cosas. Bien podrían ser alas, u hojas secas, o pétalos de flores amarillas. Pero no nos engañemos, este tipo de cosas pasan todos los días. Este tipo de cosas pasan. Este tipo de cosas. Todos los días.