martes, 31 de diciembre de 2013

Jaurías



Digamos que todo comienza 
con la mordida de un gato enrarecido.
Digamos que en Rapel, que en Lo Abarca.

Digamos que la primera es una anciana
que empieza a comerse los conejos crudos
en la soledad de su cocina.

Digamos que los vecinos se alarman
cuando le arranca una oreja
al cura del pueblo.

Digamos que el hecho se hace noticia,
y que como tal, la gente lo olvida luego.

Digamos que nadie une los puntos
cuando el cura vomita en la plaza
la sangre de un hombre.

Digamos que para entonces
la anciana es objeto de estudio
en un oscuro hospital de provincia.

Digamos que las enfermeras que la atienden
sufren varios rasguños superficiales.

Digamos que una de ellas viaja a Santiago.

Digamos que todo pasa en el metro,
y en plena hora punta.

Digamos que se expande como éter derramado.

Digamos que no hay cadena nacional
ni plan de contingencia.

Digamos que en pocas horas se instala
una democracia espesa y grana en las avenidas.

Digamos que hay quien vio al presidente
masticándole la cara a un ministro.

Digamos que hay quien vio a un hijo
hacer lo mismo con su madre.

Digamos que algunos grupos pequeños
consiguen sobrevivir y esconderse
en subterráneos y entretechos.

Digamos que una semana después
el olor a carne descompuesta
vuelve irrespirable el aire.

Digamos que las jaurías humanas
dejan rastros de espuma en el asfalto.

Digamos que mientras deambulan
las moscas se detienen en sus pupilas
y en sus lenguas sanguinolentas.

Digamos que esta mañana
una de esas moscas consiguió entrar 
al entretecho que comparto con otros cuatro.

Digamos que escribo mientras puedo.
Digamos que no han cambiado mucho las cosas.




El Quisco, diciembre 2013.

martes, 13 de agosto de 2013

Gato

Ayer tuve un sueño en que mientras caminábamos juntos por la línea del tren hallábamos un gatito de seis dedos acurrucado entre los durmientes –como esos que la leyenda atribuye a Hemingway–. Sin meditarlo mucho lo nombramos Martín Busca, porque nos recordó a aquella tumba suspendida en patas de seis dedos que hay en el cementerio de Playa Ancha. Lo tomaste en brazos y lo llevamos a casa con la ilusión de verlo jugar entre nuestras cosas, se veía contento, te veías feliz. Justo antes de llegar el gato se puso intranquilo sin provocación alguna y lanzó un zarpazo que te dejó en la cara seis rayitas rojas, para luego perderse entre los maquis que desembocan en la quebrada del traspatio, dejándonos a ambos con un sentimiento de fugaz pertenencia. 
  Cuando desperté, despuntaba el alba, el gato dormía a mis pies su sueño imperturbable, y recordé con horror que tú y yo jamás nos conocimos.

Tejas Verdes, agosto de 2013.

viernes, 15 de marzo de 2013

Banquete



A Francisco I


Sobre la mesa, entre la alcuza y el vino,
hay una bandeja en que algo palpita
-un animal que desconozco atado por ligeras lienzas-.
Tras mirarlo con detención comprendo que las cuerditas
bien podrían ser mis propios tendones:
Prueba de éste razonamiento es que al tratar 
de tomar un salero de la mesa, 
están flojos los dedos como pelusa a barlovento.

Una niña sentada frente a mi escribe algo en una servilleta.
Lleva toda la noche en ello sin detenerse,
seguro es una epopeya escrita en caracteres microscópicos
en que una nación completa muere quemada a lo bonzo.
Su cabeza se agita en leves espasmos-como-zumbidos-casi.
Y es que en la habitación hay algo magnético que mueve a las cosas
y al resto de los comensales.
Mientras yo me siento como un bicho de aluminio
con el que no pueden jugar los imanes.

El salero que antes traté de alzar se desliza por el mantel,
gira varias veces antes de detenerse un segundo en el borde
y dar paso a la caída libre.
Sobre la mesa quedan dibujados algunos símbolos de sal,
mándalas, un cuello, cuatro puntos que distan de ser suspensivos
y aún más de ser finales o seguidos.
Tras un rato de silencio comprendo
que el suelo nunca puso play al ruido-de-un-salero-que-cae,
y me da miedo asomarme bajo el mantel 
a mirar el lugar que el salero ocupa en el aire,
pues quizá qué cosas suceden bajo nuestros ojos
si son éstas las que ocurren en el horizonte.

lunes, 21 de enero de 2013

Todo lo que es una obra


Otra noche en el edificio Rakela, piensa S, mientras revisa cada habitación para asegurar la ausencia de polizontes abordo -así podría empezar una novela policial, un crimen que sucede en un hotel o un barco, la muerte de un trashumante, y las pistas que encuentra un botones que a la vez es un paria (un inmigrante, un cogotero, un poeta), pistas que lo llevan a enfrentarse al asesino (el jefe del departamento de policía, el capitán del barco o administrador del hotel, o un poeta al que admira desde siempre, ¡desde siempre, qué longo tiempo, qué plazo enorme!), todas piezas de una obra que podría ser lo que se dice Una obra y sin embargo, ésto-. Cuando S entra a la habitación número 8 la televisión está encendida, por lo que procede a apagarla. Al salir de la habitación, un extraño presentimiento le dice que no apagó la tele, o peor, que tal vez la apagó y que cuando atraviese por tercera vez el umbral bajo el número 8, la televisión va a estar inexplicablemente encendida, en un canal aberrante lleno de imágenes terribles que una voz indescriptible presenta lentamente. Tras meditar un poco, se decide a entrar. La televisión está apagada, un escalofrío recorre su espalda mientras cruza el umbral por cuarta vez, tan rápido que ni la literatura podría decir algo más de ésto.


Llolleo, enero 2013.

jueves, 17 de enero de 2013

*


Me pregunto, ¿quién seguía a la luna antes de los caracoles?          Me figuro que un pez que
la veía diluida bajo la superficie del agua          (Un experto en la disciplina científica
correspondiente podrá decirme que los caracoles son antes que los peces, pero yo
me figuro lo que me da la real gana, pez viendo la luna y no se diga más)

[Si un caracol mira la luna desde el fondo de una pileta para pájaros, 
¿sentirá el mismo spleen que sentía el pez que me figuro?]

[Si un pez mira la luna mientras se arrastra por el muro, ¿cuál sería el mecanismo
para salir de la pesadilla?]


Me propuse dejar la mañana para después pero no pude          Vaya uno a
saber cómo es que funcionan éstas cosas          Total que tuve que hacerme el ánimo
y perderme en la estepa que es el jardín en la madrugada          Cosa buena
es la escarcha, cosa fría y buena          Pero no la mañana          ¿Cuánto del día se queda
en la puerta cerrada detrás de nosotros?          ¿Cuánto de la vida?          Para sacar un
par de hojas del laurel tengo que matar dos arañas que copulan          Las mato y me tomo
el agua con un nudo en la garganta          Ojalá se me pase la tos          Ojalá no se me llene
la boca de arañas.



San Antonio, enero 2013.

lunes, 14 de enero de 2013

Edificio Rakela



Eleranta me ha llamado otra vez          No quiero
saber de ella, pero así están las cosas          Yo
igual contesto          Trabajo de noche, no hago mucho
[Barrer una escalera, cerrar una puerta, esperar]          No es que
no llueva porque es verano          No llueve porque sí no más

En el interior del hotel del Edificio Rakela se escucha el eco de nuestra
conversación          Y eso que hablo bajito, pero igual
Los quince pasajeros (serán dieciséis luego) duermen o ven televisión 
por cable          Yo escucho lo que me dice, y luego digo cosas
No le hablo de literatura, no le gusta          No le hablo
de cine porque tampoco          Le gusta la pintura, pero no sabría qué
decirle          Al final hablamos de un circo que ambos visitamos
cuando niños          Pensamos en la vaga posibilidad de que nos
hayamos visto en aquella carpa colorida (supongo, sino ¿cómo?)
por primera vez          Y nos hayamos enamorado perennemente
Pero no          Yo (ya –como un extraño axioma–)no la amo

La noche está como para llenar el hotel de grullas de origami
O como para escribir microcuentos en los espejos con pasta de
dientes          Mañana tengo que ir a Santiago, le digo          Yo
quiero puro bajarme de Santiago de Chile de una buena vez
No le hago al vértigo ni a la mentalidad de llanura          Yo quiero
puro cortarle pa vomitar tranquilo          Y es que yo creo en el equilibrio
Cuando estoy contento me imagino una jirafa en llamas          Quemándose
lento como un monje a lo bonzo          En un silencio que un muerto nuevo
envidiaría          [Los muertos profesionales saben que no hay tal cosa como
el silencio]          Pero ella no corta, ella no respira entre palabra y palabra
Entre palabra y palabra hace un sonido que si lo viera sería una
mueca          Un gesto entre palabra y palabra          Algo así:

PALABRA[GESTO]PALABRA

No aire, no pulmón cual fuelle, no respira la buena Eleranta
Y es que tiene nombre de barco          Y yo nunca tuve pasta de marinero
Tengo sueño, le digo, y cuando corto es como si estuviera viendo una
película en que una mano –no mi mano, ¿la de ella entonces? ¿la de quién?–
iluminada por una luz cenital que la hace ver atómica/nuclear
se agita disipando una especie de niebla o humo de cigarrillo
Todo esto en blanco y negro          Todo esto en reversa.



San Antonio, enero 2013.

miércoles, 2 de enero de 2013

31/12/12


    Éste fue un año lleno de días -y de personas y cosas que se movían en ellos-. Fue un año de buses y terminales, (ínfimas odiseas de un Ulises también ínfimo), el año en que descubrí que el sur termina donde empieza el norte. Fue un año de palabras, de morfemas, de grafemas, ¡de sintagmas! -fue el año en que aprendí que 'Alguien dice algo a alguien tanto así entonces'-. Fue un año de libros, el año en que superé el miedo a tener mi propia biblioteca, el año de Borges, de Pamuk, de Saramago, de Murakami, de Cortázar, de Bolaño, por nombrar algunos (ya será tu año, Marechall, ya será). Fue un año de profundas desilusiones -en éste punto, un año como todos-, pero también de alegrías que rozaron lo absoluto. Fue un año ornamentado por rostros de amigos, todos bellos y valientes, capaces de lo más por lo menos. Fue un año de metempsicosis y heliotropismos, de parques y bibliotecas, de universidades, de moteles, de jardines, de tejados, de bares llenos de humo, de vagones de metro, de boletos de bus, de citas de Shakespeare bajo una luna enorme. Ante todo, fue un año lleno de tiempo, y yo que no me sé la vida de otra manera.