miércoles, 2 de enero de 2013

31/12/12


    Éste fue un año lleno de días -y de personas y cosas que se movían en ellos-. Fue un año de buses y terminales, (ínfimas odiseas de un Ulises también ínfimo), el año en que descubrí que el sur termina donde empieza el norte. Fue un año de palabras, de morfemas, de grafemas, ¡de sintagmas! -fue el año en que aprendí que 'Alguien dice algo a alguien tanto así entonces'-. Fue un año de libros, el año en que superé el miedo a tener mi propia biblioteca, el año de Borges, de Pamuk, de Saramago, de Murakami, de Cortázar, de Bolaño, por nombrar algunos (ya será tu año, Marechall, ya será). Fue un año de profundas desilusiones -en éste punto, un año como todos-, pero también de alegrías que rozaron lo absoluto. Fue un año ornamentado por rostros de amigos, todos bellos y valientes, capaces de lo más por lo menos. Fue un año de metempsicosis y heliotropismos, de parques y bibliotecas, de universidades, de moteles, de jardines, de tejados, de bares llenos de humo, de vagones de metro, de boletos de bus, de citas de Shakespeare bajo una luna enorme. Ante todo, fue un año lleno de tiempo, y yo que no me sé la vida de otra manera.

3 comentarios:

  1. Fue un año perfecto, porque tuvo de todo aquello que es lo que implica vivir y sentirse vivo.

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  2. Puedes estar seguro de que hay muchos más que te leen, Matías. Yo misma te leo con frecuencia. Porque venir a leerte, vale la pena.
    Te abrazo mucho, amigo.

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  3. Un año lleno de cosas importantes... Como todos. Me alegro.
    Un placer volver por aquí.
    Un abrazo cordial

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